La interculturalidad es una ficción, el espacio público una farsa

Notas de la intervención de MANUEL DELGADO en el II Training Seminar de Jóvenes Investigadores en Dinámicas Interculturales. Fundación CIDOB, Barcelona, 2 de diciembre de 2008.

por Chac

[Correspondió a Manuel Delgado dirigir, en el Training Seminar, el panel "Espacios de/para la interculturalidad". Trato de recuperar algunos de sus comentarios (necesariamente filtrados por mi escucha, mis palabras y el orden que arbitrariamente les daré) que versaron sobre la interculturalidad, tema en general del seminario, y también sobre tres investigaciones de estudiantes de doctorado.]

La multiculturalidad y la interculturalidad [y podemos agregar "el fenómeno de la migración"] son en realidad ficciones creadas por las investigaciones sociológicas y antropológicas y reproducidas por políticos y medios de cumunicación; son dominios casi metafísicos. Son en principio obviedades: que haya muchas culturas y que las culturas se encuentren es por definición el estado de las sociedades. La interculturalidad y la migración supuestamente se estudian porque son "problemas" recientes. Pura hipocrecía: el problema de fondo para quienes se preocupan por la interculturalidad [en el caso de España y de ciudades como Barcelona concretamente] es qué hacer con los "putos moros" (sic).

[Anécdota: Manuel habló durante los primeros minutos de su intervención en catalán, hasta que la coordinadora del panel le pidió, en voz baja, que hablara en castellano. Él quedó visiblemente atónito, y dijo "sí, puedo hablar en la lengua del imperio... si quieren también puedo hablar en francés o en italiano", y sonriendo irónicamente agregó: "¿ven cómo la multiculturalidad es una ficción? ¡Uno no puede hablar en su país en su propia lengua!" Continuó la intervención en castellano.]



Los problemas de cultura no son reales. La gente tiene otros problemas que sí son reales: de vivienda, de desempleo, de que no le alcanza para llegar a fin de mes. En realidad sus problemas no son de cultura. ¿Es realmente la interculturalidad un problema? ¿Qué hay que decir de la interculturalidad? Hay que decir que no hay que decir nada.

La noción de espacio público también es una ficción. Es una monstruosidad hablar de la presencia de alguien en el espacio público, cuando lo que define ese espacio es el anonimato, y el anonimato es una institución social.

Uno de los trabajos de investigación expuso cómo la celebración de la ashura por parte de la comunidad musulmana de Barcelona, fue desplazada por las autoridades de pequeñas calles de la ciudad hacia el paseo Lluis Companys, avenida muy amplia donde pueden ser observados y controlados. También se les pidió como requisito para seguir realizando el rito que no hubiera sangre, ya que en la ashura suele haber autoflagelaciones. Este hecho pone de manifiesto que el espacio público no existe, porque es falso que exista un espacio para todos. El espacio "público" se ha vuelto excluyente, no puede estar ahí quien no sea de clase media, caso de Barcelona. El espacio público como objeto de estudio es un fraude y una farsa.

Que la calle sirva para algo más que para ir a trabajar y volver a casa es una cosa obvia. Es el espacio de las expresividades sociales. Los argumentos para querer canceler o limitar festividades son en el orden de que las fiestas molestan. Que la ashura se mueva de lugar y se restrinja porque molesta a los vecinos es también una hipocresía. Si fuera por eso las fiestas de Gràcia [las fiestas populares más aparatosas de Barcelona] ya se habrían prohibido hace mucho tiempo. Las fiestas por definición son para molestar, porque se trata de crear un estado de excepción. La cuestión es que en el caso de la ashura los que molestan son los "putos moros", que no son vecinos ni ciudadanos. Alguien a quien se llama "vecino inmigrante" no es un vecino. Es una hipocresía que los "inmigrantes" sean ciudadanos y encima sus hijos tengan que escuchar en la escuela lecciones de ciudadanía.

También se suele hablar de integración cultural. Pero la integración no puede ser cultural. La integración es legal o no es nada. Usemos en la investigación categorías más solventes y rigurosas. Lo que integra a una persona a una sociedad no puede ser otra cosa que la ley. A una cultura no es posible integrarse. Por otra parte gracias a los de fuera se ha revitalizado la "cultura catalana": otra vez tenemos colmados de barrio y los chicos y chicas juegan al futbol en la calles, cosas que antes hacía la gente "de aquí" y ahora ya no.

Toda la jerga de la interculturalidad y multiculturalidad, que no es más que una tremenda obviedad, que nos lleva a esas ilusiones pseudocristianas de "comprender al otro", es perversa, porque al final resulta que los problemas sociales se tratan de una avería de los sentimientos, de llevarnos bien o mal, y no de injusticias tangibles. A fin de cuentas uno tiene derecho a juntarse e interactuar con quien le da la gana, y si no quiere hablar con los vecinos no lo hace; si sólo quiere hablar con los de su mismo país ¿por qué tiene que dar explicaciones por ello? No hay un vehículo de interacción más poderoso que el conflicto. Una "sociedad armoniosa" es la cosa más anodina que pueda haber.


Un inmigrante lo que pide es que se le deje en paz, no que lo traten bonito; es decir, tener derecho al anonimato, lo cual implica tener los mismos derechos y oportunidades que cualquiera por lo que nadie lo tomaría en cuenta, esto quiere decir ser en verdad uno más. El problema con los inmigrantes no es en realidad de origen, sino de clase social, esto es, que son pobres. Barcelona, por ejemplo, no tiene previsto que haya gente que no sea de clase media, y lo disfrazan entonces preguntándose qué hacer con la migración.

Una pregunta interesante es cómo la calle se convierte en el espacio público. La calle es el espacio de integración por excelencia. Sales y ya está integrado. No se tiene más que entrar en las prácticas de la calle que implican el anonimato.

El más integrado es el más apartado. Su función, como es el caso del inmigrante, es convertirse en operador simbólico: no hacemos más que hablar de él, nos ordenamos en torno a él, en contra de él. Como escribió Simmel, el extranjero nos hace pensar en lo que no podemos pensar. La "cultura catalana" existe porque es amenazada, y todo el tiempo estamos hablando de los inmigrantes que la amenazan. El día que no estén vamos a preguntar dónde quedaron los inmigrantes.

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Manuel Delgado es profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Barcelona. Sobre espacio público y antropología urbana ha publicado los libros El animal público (Anagrama, 1999) y Sociedades movedizas (Anagrama, 2007).

Fotos de Lirba Cano.

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